“Vine porque en el hostal que me estoy quedando me dijeron que valía la pena conocerlo”, dice Miguel Ángel Suárez mientras investiga un mapa del Cementerio de la Recoleta. “Hace un par de días que estoy, en el país así que vamos a ver cómo es esto”, afirma este español oriundo de Zaragoza. Historias similares se repiten cada día en uno de los íconos de la Ciudad de Buenos Aires. Fundado un 17 de noviembre de 1822 se transformó en el primer cementerio público de la city porteña.
Al ingresar, una mujer rubia de la Asociación de Amigos del Cementerio de la Recoleta (ADACRE) anuncia que la entrada es libre y gratuita y ofrece un mapa en el que se destacan las tumbas más famosas y se recomienda un camino específico para aprovechar el tiempo. Vale 8 pesos y lo recaudado se destina para el mantenimiento y restauración de obras históricas. A principio de año, con la presencia del Jefe de Gobierno Mauricio Macri, la última restauración fue dada a conocer luego de diez meses de obras y más de dos millones de pesos invertidos.
Hoy, con 4800 bóvedas distribuídas en 54.843 metros cuadrados, recibe cada año a miles de turistas. Brasileños, chinos, alemanes, mexicanos y demás transitan por los pasillos admirados de las distintas esculturas y la calidad arquitectónica que decoran cada bóveda. De estas, las de Evita Perón, históricamente, y la de Raúl Alfonsín, en los últimos años, son las más concurridas según Estela, una de las guías turísticas.
Sin embargo, aún se ven bóvedas en malas condiciones y abandonadas. Para Gustavo, cuidador desde hace 24 años en el Cementerio, "hay un gran deterioro en todas las bóvedas y mucho desinterés por el culto a los muertos. Cada vez viene menos gente, hace tres o cuatro años que no recibo ni siquiera una familia que venga a una bóveda. Cada vez está desapareciendo todo un poco más". Un claro ejemplo de esto es la de la familia Rocha, en la que descansaron los restos de Dardo Rocha, y hoy sólo se advierte una tupida vegetación en su interior.
Al mismo tiempo, conocidas son las historias fantasmagóricas que circulan en torno al lugar. La dama de blanco es una de ellas. "Acá hay una frase que todos decimos cuando se comenta eso: "Hay que tenerle más miedo a los vivos que a los muertos". No voy a afirmar que no se tiene miedo al trabajar acá, pero creo que es algo más bien mítico y para atraer a los visitantes", sostiene Gustavo. "El susto más grande que me pegué fue cuando me salió un gato desde adentro de una de las bóvedas", recuerda.
Aproximadamente, unos 500 mil turistas de todos los rincones del mundo visitan el Cementerio cada año. Es uno de los tres más importantes del mundo, junto al Pére Lachaise, de París, y al Staglieno, de Génova. La Avenida principal, denominada de los Cipreses, recibe ese nombre ya que este tipo de árbol es el característico de los cementerios. La gran cantidad de personajes famosos que descansan aquí y la calidad de las obras, ya sea esculturas, bóvedas o mausoleos, hacen del Cementerio uno de los paseos ineludibles a la hora de visitar Buenos Aires.
Declarado Museo Histórico Nacional desde 1946, miles son las historias que se encierran en este predio de 40 manzanas. Ex presidentes, políticos, militares, estadistas, caudillos, escritores, poetas yacen en un silencioso testimonio, tributado cada día con la presencia de miles de visitantes, que disfrutan de una creación humana verdaderamente magnífica.
Declarado Museo Histórico Nacional desde 1946, miles son las historias que se encierran en este predio de 40 manzanas. Ex presidentes, políticos, militares, estadistas, caudillos, escritores, poetas yacen en un silencioso testimonio, tributado cada día con la presencia de miles de visitantes, que disfrutan de una creación humana verdaderamente magnífica.
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